Disfrutar, por fin, de la primera semana de la temporada veraniega de la Lechuga Colorá ha superado mis expectativas de unas vacaciones alternativas. Tanto el entorno, como la casa indiana de 1902, las gratificantes y cálidas sonrisas, de María y de Ana a nuestra llegada, te atrapan desde el minuto cero, y se quedan contigo, para siempre. Se respira tanta libertad y respeto en esa magnifica mansión.
Te hacen sentir como en casa, sin llaves en las puertas, con plena confianza en la gente que va apareciendo y que vas conociendo, a poquitos, ya que nos faltan horas para profundizar en los corazones de cada uno. Y qué decir de las exquisitas comidas veganas con las que madre e hija, Mariche y Sita (disculpadme si no los escribo bien), nos deleitan cada día. Ummmmm, qué placer para los sentidos!!!
Todo, absolutamente, todo, me encantó, el dulce despertar en la casita con los olores y los colores, de la mañana, con Ana; el rico desayuno en Comunidad. Porque, TODO, es en Comunidad. Pido disculpas si en alguna ocasión me facilitastéis todo y llegué a mesa puesta o un pelín tarde,…de todo se va aprendiendo. Gratitud infinita por la calma que me reportaron los días disfrutados, llegaba sin ella y, me esperaban días complicados a la vuelta. Por eso, tengo grabado en mi retina y en mi corazón, cada compartir en cada ruta, cada comida consciente (recuerdo ese desayuno en silencio,…interesante aunque movidito, ja ja), cada actividad de danza, las visitas a los pueblines y ese terraceo con sidrina y cabrales,… nuestros bailes nocturnos, y ese último baño en el río, tan pleno, con la procesión de la Virgen del Carmen, como broche de oro. Hasta muy pronto, querid@s, y gracias, de nuevo, por permitirme SER!! Abrazos y sonrisas!!!

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